
Este es un refugio seguro, Un lugar donde las historias que nos han marcado en soledad se encuentran para recordarnos una verdad fundamental: no estamos solas.
Lo que vas a leer, es el primer capítulo de un viaje que muchas, de distintas formas, hemos recorrido. Es la historia de la ilusión del primer amor. Una historia que, aunque parezca mágica, a menudo lleva consigo el primer eco del dolor. Un dolor que no nos rompe, sino que nos enseña el camino hacia nuestro propio corazón.
Si prefieres escucharlo, aquí tienes la voz de esta historia.
El primer amor llega sin anunciarse, como un rayo de sol en la ventana más olvidada.
Anónima, Diario para nosotras.
Es apenas una mirada, un roce leve, y, sin embargo, el corazón ya sabe
que algo ha cambiado para siempre.
El amor…
esa palabra tan breve para lo inmenso que encierra,
nos encuentra sin aviso, sin permiso;
aparece de pronto y lo asumimos despacio,
como quien descubre un idioma nuevo en su propia voz.
¡Se ama o no se ama!
Cuando llega, lo hace con fuerza, desbordándolo todo,
llenando los días de expectativas, convirtiendo los gestos más simples
en eternidades diminutas.
Cada mirada, cada palabra, queda tatuada en la memoria y en la piel,
como un fuego suave,
como si el tiempo mismo guardara silencio, para observar su ternura.
Todo se resume a ti:
la belleza del mundo palidece junto a su presencia.
Su mano, es el refugio más seguro; el lugar donde los miedos se disuelven.
El mundo puede parecer cruel afuera, pero su compañía es
el mejor alivio,
un manto tibio y dulce del que nadie quiere salir.
El primer amor es la certeza más pura:
descubrir que en otra alma late nuestro reflejo,
que cada instante se expande hasta rozar lo infinito.
Es el asombro de vivir con el corazón abierto,
de reconocer en la mirada del otro
la promesa de todos los días por venir.
Amar por primera vez
es tocar la eternidad con las manos,
es sentir que la vida, en su misterio,
al fin se pronuncia en nosotros.

ahora solo veo como la tarde cae sobre la ciudad……. tiñendo el asfalto de un color anaranjado y melancólico. Camino sin un rumbo fijo, o quizás con el rumbo que me dicta la costumbre de mi propio dolor. A mi alrededor, la vida sigue. Pero yo me muevo dentro de una burbuja de silencio, un espacio donde el único sonido real es el de mis propios pensamientos… Pasos que, inevitablemente, me han llevado de vuelta a mi propio refugio. A mi habitación. Y a esta ventana… el marco de cristal que lo empezó todo.
Es curioso… cómo el recuerdo del principio puede ser, al mismo tiempo, un refugio y una herida. Para mí, todo comenzó en una mañana de otoño, justo aquí
El Encuentro: La Corriente que Arrastra
Todo comenzó tras una ventana. Yo era nueva en el barrio, una niña que miraba el mundo desde la distancia, cuando lo vi por primera vez, Jamás imaginé que repetiría ese instante en mi mente mil veces.
Era mi vecino! aunque no sentí un destello inmediato, ni una revelación fulminante. Al principio, confieso, no me gustó. Porque hay bellezas que no irrumpen de golpe, sino que crecen como un secreto, abriéndose poco a poco, hasta que un día ya no se puede apartar la mirada.
Un día, nuestras miradas se encontraron de verdad.
Él se acercó, con esa mezcla de timidez y valentía que solo poseen los instantes destinados.
Creo que ya te he visto antes —me dijo, con una voz suave que parecía rozar mi nombre sin pronunciarlo.
Yo sonreí, sorprendida por mi propio gesto.
Quizás. Tengo la costumbre de aparecer en los lugares donde la música me llama.
Él sonrió también, con esa luz que hace que el tiempo se detenga.
El perfume que lo envolvía tenía algo hipnótico, como si en su aroma se escondiera la promesa secreta del amor.

Con el tiempo, poco a poco y con calma empecé a descubrir la persona que se escondía tras su silencio. Lo vi reír, hablar, contar por largas horas sus historias mas dulces o mas amargas, compartiendo muchos atardeceres, con muchos nervios y ansias disfrutaba hasta de sus bromas torpes que me hicieron sonreír, Incluso su orgullosa forma de percibirse a sí mismo me atraía. Sentí que la música era su idioma propio. En su mano, observé la manera casi ritual con que giraba sus anillos entre los dedos. Cada detalle de su ser lo guardé en mi memoria.
¿Quién no ha vivido ese instante ambiguo? Ese espacio tibio donde todo parece juego, mientras por dentro el alma entera vibra al compás de una sola presencia. Es un pacto silencioso con el corazón: cuidar lo que aún no comprendemos, temiendo que al pronunciarlo se rompa.
Yo me decía que solo era cariño. Pero, sin darme cuenta, ya me había perdido en él: en sus pensamientos, en sus gestos cotidianos, en su forma de mirar el mundo. Se convirtió en mi confidente, en mi certeza, en mi alegría. Sin saberlo, algo crecía en mí, dejando una raíz profunda.
Y, como siempre ocurre, la vida tuvo que sacudirme para abrirme los ojos. Recuerdo el sonido de aquel autobús arrancando. Él se marchaba a visitar a su “novia de colegio”. No hubo reclamos, ni lágrimas visibles, ni escenas de despedida. Solo un silencio que se volvió punzada, un eco helado en el pecho, y una verdad que se impuso con claridad luminosa: No quiero compartir mis horas contigo.
En ese instante, comprendí que aquello que me unía a él no era solo ternura, ni amistad, ni costumbre. Era amor. El primero.
Porque la amistad, a veces, es apenas un velo que cubre un amor que aún no sabemos cómo nombrar.
“Ese dolor, tan extraño y nuevo, no fue derrota sino revelación.
Porque el primer amor nunca se olvida: se queda grabado en la piel como una cicatriz luminosa, recordándonos que alguna vez nos atrevimos a amar sin miedo.
Y aunque la vida siga, aunque otras historias lleguen, nada iguala la pureza de aquel instante: la certeza inmensa de haber amado por primera vez, con toda el alma”.La voz secreta del corazón por fin vencía al miedo. En ese instante, comprendí que aquello que me unía a él no era solo ternura, ni amistad, ni costumbre. Era amor. El primero. El más puro. El que despierta el alma y la obliga a reconocerse.
“Esta es la primera etapa del primer amor. Un inicio tímido, dulce y luminoso que abrió en nosotros un camino sin retorno. Lo que vino después fue la fascinación… acompáñanos en este recorrido, en ese encantamiento inevitable donde cada gesto se transforma en un universo. Hacia allí nos conducía el corazón.”
Nuestro Reflejo
Esta historia es solo eso, una historia. Pero quizás, en algún rincón de ella, has encontrado un eco de la tuya. En la confusión de la amistad, en el miedo a nombrar un sentimiento, en esa punzada de celos que, más que dolor, es claridad.
Este espacio es nuestro. No para juzgar, sino para resonar. Si algo de esto ha removido algo en ti, si te sientes cómoda, comparte una sensación, una palabra. No hay necesidad de contar detalles, solo de saber que al otro lado hay alguien que entiende.